¡Ríete, por favor!

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La revista científica Proceedings of the Royal Society B ha publicado un estudio sobre la sonrisa en relación al umbral de dolor de las personas. El profesor Robin Dunbar de la Universidad de Oxford, que dirigió la investigación, cree que las risas incontroladas liberan unas sustancias denominadas endorfinas que generan una leve euforia y además alivian el dolor. Las endorfinas son pequeñas proteínas consideradas opioides endógenos, es decir, analgésicos internos contra el dolor (un opiaceo exógeno sería el opio o la morfina),  y se ha demostrado que actividades como el deporte estimulan la secreción de estas sustancias, aumentando la sensación de bienestar, disminuyendo la ansiedad y la depresión.

  En el experimento se hicieron dos grupos de voluntarios, el grupo A vio durante 15 minutos videos de humor, y el grupo B programas aburridos. A continuación, los miembros de ambos grupos fueron expuestos a una prueba de dolor consistente en la colocación de una bolsa de hielo sujeta a un brazo para ver cuánto tiempo podían soportar el dolor.  El tipo de risa también influye, ya que tiene que ser una carcajada y no basta la simple sonrisa

  Con este experimento se quería buscar la posible relación entre la generación de carcajadas y su consecuente liberación de endorfinas, con el aumento del umbral de dolor, y el  resultado fue que se soporta hasta un 10% más de dolor. Curiosamente también funcionó cuando un grupo de voluntarios fue sentado delante del televisor 15 minutos sin reirse ni una sola vez, por lo que habría que abrir otra linea de investigación sobre el efecto analgésico de la televisión.
Entonces, si las endorfinas estimulan los centros de placer del cerebro creando situaciones satisfactorias que contribuyen a eliminar el malestar y disminuir las sensaciones dolorosas, además  de provocar  una sensación de euforia, modular el apetito, liberar  hormonas sexuales, y fortalecer  la respuesta inmune, nos vendría bien fomentar la liberación de estas sustancias haciendo deporte, riéndonos, manteniendo relaciones afectivas, y otras actividades lúdicas gratificantes. Por algo se le llama la hormona de la felicidad.

 


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