Hace unos días leí uno de esos emails que te invitan a reenviarlos y te resumen la economía de España en cien palabras, con la solución incluída. No suelo leerlos, pero este me llamó la atención por el título, y no me refiero al típico «esto tienes que leerlo», se titulaba «¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos».
Hacía un análisis de la sociedad española desde los años 50, en la que nuestros abuelos lo pasaron muy mal y trabajaron de sol a sol para intentar subsistir y mantener a sus hijos, nuestros padres. Alentados por las penurias mostraron un coraje y una capacidad de sacrificio que con los años se convirtió en prosperidad para todos.
Pero bajo el comprensible «que no trabaje ni sufra mi hijo lo mismo que he pasado yo», se pasó de la prosperidad a la cultura del ocio, el derroche y el pelotazo. Del bocadillo de chorizo se pasó a las hamburguesas deconstruidas al aroma de los almendros al atardecer, los coches envejecían rápidamente y había que cambiarlos cada vez antes, había que irse a buscar a Curro al Caribe, porque era seguro que no estaba de vacaciones en España. Finalmente, para colmar nuestras necesidades de consumo y prosperidad al 100% nos metimos en el fructífero negocio de la vivienda, «compra ahora aunque esté caro, que mañana lo puedes vender por el doble si te arrepientes», decían. Quien no tenía una segunda vivienda como inversión o un buen chalecito es que era tonto. Hasta que reventó la burbujita.
La siguiente generación, los nietos de nuestros padres, podría ser la que ahora están llamando la generación perdida, porque no van a poder trabajar y tendrán que ser mantenidos por sus padres jubilados hasta que puedan ser mantenidos por sus hijos en una nueva época de prosperidad.
Este bucle histórico de la miseria a la opulencia, pasando por la prosperidad, nos puede parecer incontrolable y ajeno a nuestras acciones individuales, pero si somos conscientes de la realidad y nos adelantamos a él cambiando nuestra forma de pensar, de trabajar y en definitiva de vivir, podemos acortar los tiempos.
Es la hora de meter el bocadillo de chorizo, la motivación, el empeño y el quemequitenlobailao en la mochila y comenzar a andar, o es que no sabes que la felicidad no es la meta sino el camino.
Muévete y el camino aparecerá…
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