El papel que juega el aspecto psicológico en las competiciones tiene cada vez una mayor relevancia. Reconocer las debilidades del rival se vuelve en ocasiones tan importante como explotar las propias virtudes. Uno de los factores que ahí entra en juego es la habilidad de cada uno para ser capaz de detectar en su contrincante cualquier gesto que delate su situación o su estado de ánimo en ese momento.
Uno de los ejemplos más evidentes de esto lo podemos encontrar en el póker. Aunque mucha gente piensa erróneamente que este es un juego de azar, eso es algo que solo puede considerarse decisivo en las primeras etapas de los jugadores. En ese momento, durante el proceso de aprendizaje, se intenta jugar bien las cartas recibidas y sacar el mayor beneficio de ellas. Si el juego se basa en esto y se hace de forma correcta, saldrá victorioso quien haya sido más afortunado en el reparto.
En la alta competición el azar pasa a un segundo plano. ¿De que otra forma sino podría explicarse que los grandes jugadores siempre lleguen lejos en los grandes torneos? A estas alturas la estrategia es decisiva. El conocimiento sobre los rivales será vital para el progreso en el juego.
Hay que tener en cuenta que algo clave en el póker es el engaño al rival, el desconcierto, para con ello despistar sobre la mano que se lleva. Él a su vez intentará hacer lo mismo. La mentira ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos. Saber reconocerla marcará las diferencias en el juego.
El lenguaje corporal puede proporcionar unas interesantes pistas. Se trata de reconocer algún gesto ante ciertas situaciones del juego que no encajen con el comportamiento previo. Si bien es cierto que la habitual “cara de póker”, muy ensayada en la mayoría de jugadores, no proporciona demasiados datos, no es sencillo disimular el resto de detalles.
Un estudio llevado a cabo por Michael Slepian, estudiante de postgrado de psicología por la Universidad Tufts en Medford, en el que 78 universitarios visionaban los videos de apuestas de varios jugadores durante las WSOP de 2009, demostró que observando solo el tronco y brazos se obtuvo el mayor porcentaje de aciertos respecto a adivinar la calidad de la jugada que poseían. La posición de los brazos y las manos, así como sus movimientos pueden delatar ligeramente el nerviosismo o excitación que provoca una determinada situación.
¿Pero que ocurre cuando se juega mediante la modalidad en línea y no se puede ver físicamente a los rivales? No percibir los gestos y emociones del rival obliga a buscar otro tipo de indicadores. Principalmente se basan en observar su comportamiento, su agresividad, su patrón de apuestas. Sin duda es esencial el conocimiento previo del rival, lo que significa que cuantas más partidas se jueguen, más fácil es reconocer detalles inusuales en el comportamiento de los demás.
Dicho esto, es fácil imaginar que a la hora de apostar el jugador experimentado tratará de variar sus patrones, alternar apuestas altas y bajas, modificar sus niveles de agresividad. El mejor observador, el más estudioso, partirá con ventaja.
En cuanto al tema psicológico, el análisis del rival no es su único recurso. La fortaleza mental es otra de las armas principales del jugador. No mostrar las debilidades que todo jugador tiene. Saber sobreponerse con calma de una mala racha o de importantes pérdidas.
No es extraño que salas como PokerStars recluten como imagen a deportistas del perfil de Rafael Nadal o Ronaldo Nazário. Ambos han destacado en sus deportes por su extraordinaria fortaleza mental. Ronaldo se recuperó en dos ocasiones de lesiones que habrían apartado a cualquiera del fútbol profesional para encumbrarse de nuevo en lo más alto. Igualmente Nadal, tras ser descartado por muchos críticos a consecuencia de sus graves problemas, regresó en 2013 para cerrar una temporada fantástica y alzarse al número uno mundial.
Las facultades del jugador y el azar son importantes durante cualquier competición, pero el aspecto psicológico puede desequilibrar la balanza del lado del más preparado.
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