
Este podría se el titular de un periódico en el año 1920, el psicólogo John B. Watson fue el precursor de la psicología del conductismo, cuyo objetivo era la predicción y el control de la conducta desde un punto de vista estrictamente objetivo y experimental. Al contrario de anteriores corrientes psicológicas como el psicoanálisis, rechaza la introspección como método de investigación de la conducta humana, considerando que el único procedimiento que se puede emplear es el estrictamente experimental. Entendía que los fenómenos psíquicos internos no podían ser objeto de estudio científico porque no eran observables, por lo que se centró en el empleo de procedimentos objetivos como los experimentos de laboratorio.
El enfoque conductista formula una teoría psicológica en términos de estímulo-respuesta, partiendo de que todos los animales y el hombre se adaptan al entorno, la conducta es adaptativa. Presentado un estímulo se produce una respuestas, y ésta se puede predecir. Incluso las formas complejas de comportamiento -como los hábitos, el pensamiento y el lenguaje- y las emociones eran estudiadas como cadenas de respuestas simples musculares o glandulares que pueden ser medidas y observadas.
El objetivo final era, sabiendo esto, controlar la conducta mediante métodos de aprendizaje de la conducta o la formación de hábitos.
En 1920 Watson y Rosalie Rayner (estudiante suya y colaboradora, de la que se enamoró, siendo expulsado por esto de la Universidad) realizaron un experimento muy controvertido y de una ética cuestionable en la Universidad de Johns Hopkins (EE.UU), con un bebé para demostrar cómo los principios del condicionamiento clásico podían aplicarse para demostrar el aprendizaje emocional de la reacción al miedo ante determinados animales u objetos. Este condicionamiento fue descubierto por Ivan Pavlov, el psicólogo ruso famoso por el perro (de Pavlov) al cual enseñó a salibar cuando sonaba una campana.
Se escogió a un bebé al que llamaron Albert B., con una buena salud física y estabilidad emocional. El experimento pretendía enseñar reacciones de miedo a Albert hacia una rata, a la que al principio no mostraba rechazo alguno, incluso le gustaba acariciar. En una segunda fase quiso generalizar esta conducta aprendida del bebé a otros estímulos similares, y finalmente, eliminar el miedo provocado artificialmente.
Como se observó que el niño tenía miedo o se asustaba al oir el sonido fuerte al golpear un martillo con una barra de hierro, se asoció este hecho con la presentación de la rata; después de varios ensayos el niño lloró ante la presencia de la rata, ya que anticipaba el ruido que tanto le molestaba. Había conseguido una reacción emocional condicionada. Después generalizó este miedo a otros animales como un perro y un conejo, un abrigo de piel y un jersey de lana.
La última fase del experimento no se completó, Alber fue sacado por su madre del experimento para evitar que siguiera sufriendo y se cuenta que tuvo miedo a las ratas y a otros objetos durante toda su vida. lo cierto es que desde entonces los experimentos de este tipo con personas son contrarios a la ética de la experimentación científica.
En este vídeo se puede observar a pequeño Albert durante el experimento:
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