Frost (1990) definía el perfeccionismo como la tendencia a establecer altos estándares de desempeño que se acompaña de una evaluación crítica de ese desempeño y una preocupación por evitar errores. Es una característica de personalidad que se define por la búsqueda constante de la excelencia y la perfección en todos los ámbitos de la vida.

Ser perfeccionista se puede considerar una rasgo de la personalidad positivo (el deseo de hacer las cosas bien puede ser una virtud) o negativo. En una sociedad tan competitiva está bien visto querer ser perfecto y hacer o querer hacer las cosas lo mejor posible . Pero algunos afirman que no es positivo, ya que se relaciona con estados de ánimo negativos como la culpa, la indecisión o la vergüenza, y con problemas mentales como el estrés, la ansiedad o la depresión. Cuando afecta y es un obstáculo para el progreso se convierte en algo patológico.

Hamacheck (1978) distinguió entre perfeccionistas normales y neuróticos, los primeros poseen altos estándares para sí mismo pero se sienten libres de ser menos precisos si la situación lo requiere. Los neuróticos se imponen normas elevadas, que dan poco margen para el error, así, piensan que no han hecho lo suficiente para hacerlo mejor. La diferencia está en la crítica exagerada a ellos mismos, y es aquí donde aparecen los problemas psicológicos.

El perfeccionismo puede derivar en una psicopatología cuando se convierte en un patrón de comportamiento compulsivo y obsesivo. Las personas perfeccionistas tienden a fijar objetivos poco realistas e inalcanzables para sí mismos y, a menudo, experimentan una gran ansiedad y estrés cuando no pueden cumplir con estos objetivos.

Por un lado hay una preocupación por los errores de ejecución, y cualquier fallo es un fracaso, y por otro, la existencia de la duda acerca de la propia ejecución. Algunos autores marcan el origen del perfeccionismo en la crianza, donde amor y aprobación son condicionantes, los niños aprenden que para tener ambas cosas se deben ejecutar acciones con alto nivel de perfección.

Otro rasgo característico de los perfeccionistas es la importancia que dan a la precisión, el orden y la organización. Para evitar esto se recurre a evitar situaciones como la procrastinación (no quieren empezar una tarea porque el deseo de completarla perfectamente la haría difícil o no placentera). Los perfeccionistas también se autoimponen una carga excesiva de trabajo, lo que puede llevar a un agotamiento físico y emocional.

Además, el perfeccionismo también puede ser una causa de trastornos alimentarios, como la anorexia y la bulimia. Las personas que padecen estos trastornos pueden obsesionarse con su apariencia física y tratar de alcanzar un ideal de belleza inalcanzable. Esto puede llevar a comportamientos alimentarios poco saludables, como la restricción extrema de calorías y el ejercicio excesivo.

En algunos casos, el perfeccionismo también puede estar relacionado con trastornos de ansiedad y depresión. Las personas perfeccionistas pueden sentirse abrumadas por la cantidad de trabajo que tienen que hacer para alcanzar sus objetivos y pueden experimentar un gran estrés y ansiedad. Además, la constante búsqueda de la perfección puede hacer que se sientan insatisfechas y deprimidas cuando no logran sus objetivos.

Entonces, ¿qué se puede hacer para no ser tan perfeccionista?

En primer lugar, es importante comprender que la perfección es un ideal inalcanzable. Es importante establecer metas realistas y alcanzables para uno mismo y aceptar que no siempre se puede lograr la perfección en todo lo que se hace. También es importante aprender a aceptar los errores y las imperfecciones como parte natural del proceso de aprendizaje y crecimiento.

Otra estrategia para reducir el perfeccionismo es centrarse en la satisfacción personal en lugar de en la aprobación de los demás. Las personas perfeccionistas tienden a buscar la aprobación de los demás y pueden sentirse muy ansiosas cuando no la reciben. En lugar de centrarse en lo que piensan los demás, es importante centrarse en la satisfacción personal y en el progreso personal. Celebrar los pequeños logros y esforzarse por mejorar cada día puede ayudar a reducir la ansiedad y el estrés asociados con el perfeccionismo.

Finalmente, es importante buscar ayuda profesional si el perfeccionismo se ha convertido en una psicopatología. Un terapeuta o psicólogo puede ayudar a una persona perfeccionista a comprender las causas subyacentes de su perfeccionismo y a desarrollar estrategias para reducirlo. La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ser especialmente útil para tratar el perfeccionismo, ya que se enfoca en cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a la obsesión por la perfección.

También es importante destacar que el perfeccionismo no siempre es una característica negativa. De hecho, muchas personas perfeccionistas han alcanzado grandes logros en sus carreras y vidas personales gracias a su dedicación y trabajo duro. Sin embargo, es importante encontrar un equilibrio entre la búsqueda de la excelencia y la aceptación de las imperfecciones.

Algunos famosos perfeccionistas incluyen a Marie Curie, quien fue la primera mujer en recibir un Premio Nobel y se dedicó incansablemente a la investigación científica; Albert Einstein, el famoso físico alemán se consideraba a sí mismo un perfeccionista. A menudo trabajaba en un solo problema durante meses, buscando una solución perfecta antes de avanzar a otro. Sin embargo, también era conocido por dejar proyectos sin terminar, lo que sugiere que entendía que la perfección absoluta no siempre es posible.; y Steve Jobs, quien fue conocido por su enfoque en la perfección en el diseño y la funcionalidad de los productos de Apple. J.K. Rowling, la autora de Harry Potter ha hablado públicamente sobre su perfeccionismo y cómo a menudo la ha llevado a la ansiedad y la depresión. A menudo reescribía partes de sus libros una y otra vez, buscando la frase perfecta. Sin embargo, también ha dicho que ha aprendido a aceptar que la perfección no siempre es posible y ha aprendido a dejar ir sus proyectos.

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