La inteligencia emocional se popularizó en la década de los 90 en contraposición al enfoque de las inteligencias meramente cognitivas y se hizo popular en la prensa no científica por, entre otras razones, el nuevo enfoque que promulgaba que para se podía tener éxito en la vida sin tener grandes habilidades académicas.

La inteligencia emocional es la habilidad para reconocer y comprender nuestras propias emociones y las emociones de los demás, y para usar esta información para guiar nuestra conducta y tomar decisiones efectivas. Esta habilidad incluye varias habilidades clave, como la autorregulación emocional, la empatía y la habilidad social. La inteligencia emocional es importante para nuestra salud mental y para nuestras relaciones interpersonales. Según Goleman (1995) “incluye las áreas de conocer las propias emociones, manejar emociones, motivarse a uno mismo, reconocer emociones en otros y manejar relaciones”. Tener una alta inteligencia emocional también supone altos niveles de autoestima y estado de ánimo positivo.

El centro de la inteligencia emocional es la regulación de las emociones propias, ya que no serviría de nada reconocerlas y no saber hacer nada con ellas. A este mecanismo se le llama autorregulación emocional. La regulación del estado emocional tendría afectación a los tres niveles de expresión de las emociones: conductual, cognitivo y psicofisiológico.

La autorregulación emocional es un proceso crucial para nuestro bienestar psicológico y para nuestras relaciones interpersonales. La habilidad para regular nuestras emociones de manera efectiva es una parte importante de la inteligencia emocional. La autorregulación emocional es la habilidad para controlar nuestras emociones y comportamientos en respuesta a situaciones emocionales. Esta habilidad nos permite manejar nuestras emociones de manera efectiva y prevenir la reacción impulsiva ante situaciones desafiantes. La autorregulación emocional también nos ayuda a tomar decisiones efectivas y a actuar de manera adecuada en situaciones sociales.

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La autorregulación emocional es un mecanismo por el que controlamos nuestras emociones adaptándolas a las situaciones en las que surgen, controlando nuestro comportamiento, sentimientos y emociones.

Nos vale para analizar la situación, revisar nuestros objetivos y desarrollar estrategias de actuación adaptativas. Por ejemplo, para controlar la impulsividad, con el que tiene una relación inversa, a mayor control emocional menos impulsividad.

En el contexto de las relaciones interpersonales, la autorregulación emocional puede ser crucial para mantener una comunicación efectiva y satisfactoria, especialmente en situaciones de conflicto.

Cuando las personas son capaces de regular sus propias emociones, pueden comunicarse de manera más efectiva con los demás. En lugar de responder automáticamente a una situación emocionalmente cargada, pueden tomar un momento para reflexionar y elegir una respuesta más apropiada. Por ejemplo, en lugar de reaccionar con ira ante una crítica, pueden responder de manera constructiva y trabajar juntos para resolver el problema.

Además, la autorregulación emocional también puede ayudar a las personas a ser más empáticas y comprensivas con los demás. Al ser capaces de reconocer y controlar sus propias emociones, pueden ser más sensibles a las emociones de los demás y responder de manera adecuada.

Un estudio publicado en psycnet.apa.org puso de manifiesto cómo influía en la autorregulación de las emociones en las discusiones de pareja, como afectaba el cansancio de uno de sus miembros, llegando a la conclusión que se es más indulgente con las ofensas entre la pareja que son leves cuando se está cansado. Esto de pasar un poco de este tipo de ofensas puede ser algo positivo para la pareja, pasar página pronto viene bien, pero sin embargo en ofensas graves ocurría lo contrario: se perdonaba menos.

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