Como seres humanos, poseemos una libertad última que nadie puede arrebatarnos: la de decidir cómo nos tomamos las cosas. La vida, en ocasiones, nos coloca frente a hechos que no podemos cambiar: una pérdida, una enfermedad, un fracaso. Y aunque no siempre podamos elegir las circunstancias, siempre podemos elegir la actitud con la que las enfrentamos.
Cuando logramos trascender lo inevitable y darle un nuevo sentido, descubrimos que incluso el sufrimiento puede transformarse en crecimiento, en aprendizaje, en amor. Esa elección nos eleva a un nivel de consciencia único, donde dejamos de ser víctimas pasivas y nos convertimos en protagonistas de nuestra propia existencia.
La verdadera libertad no consiste en hacer lo que queremos, sino en decidir quiénes queremos ser frente a lo que nos ocurre. Y en esa decisión, en ese acto profundo de responsabilidad, radica nuestra grandeza como seres humanos.»
Viktor Emil Frankl (1905–1997) fue un psiquiatra y neurólogo austríaco, sobreviviente de varios campos de concentración nazis, incluido Auschwitz. Fundó la Logoterapia, considerada la “tercera escuela vienesa de psicoterapia” después del psicoanálisis de Freud y la psicología individual de Adler. Profesor en la Universidad de Viena y autor de más de 30 libros, entre ellos “El hombre en busca de sentido” (1946), traducido a más de 50 idiomas y leído en todo el mundo.
La logoterapia se basa en tres pilares fundamentales:
a) La libertad de voluntad. Aunque el ser humano está condicionado por la biología, la cultura o las circunstancias, nunca está determinado por completo. Siempre existe un margen de libertad interior: decidir la actitud frente a lo que ocurre.
b) La voluntad de sentido. Para Frankl, la motivación primaria del ser humano no es el placer (Freud) ni el poder (Adler), sino la búsqueda de sentido. Cuando una persona encuentra un “para qué”, puede soportar casi cualquier “cómo”.
c) El sentido de la vida. El sentido no es algo inventado, sino descubierto en el mundo y en la propia experiencia. Se manifiesta en tres vías principales: valores de creación: lo que damos al mundo (trabajo, arte, logros); valores de experiencia: lo que recibimos del mundo (amor, naturaleza, cultura) y valores de actitud: la postura que adoptamos frente al sufrimiento inevitable.
El sufrimiento y la trascendencia Frankl observó en los campos de concentración que quienes encontraban un sentido —un hijo que esperar, una obra que terminar, un ideal que sostener— tenían más probabilidades de sobrevivir. El sufrimiento no es deseable, pero cuando es inevitable puede ser transformado en sentido, convirtiéndose en una fuente de crecimiento y dignidad. La trascendencia aparece cuando el individuo deja de centrarse solo en sí mismo y se orienta hacia un valor, un propósito o una persona amada.
¿Qué la diferencia de con otras corrientes? Frente al psicoanálisis (centrado en el pasado y lo inconsciente), Frankl pone el énfasis en el futuro y la responsabilidad. Frente al conductismo, que destaca los condicionamientos, Frankl insiste en la libertad interior y la capacidad de elección. Frente a corrientes más nihilistas, Frankl afirma que la vida tiene sentido en cualquier circunstancia, incluso en el sufrimiento extremo.
Vigencia actual de la Logoterapia. Se utiliza hoy en psicoterapia clínica, cuidados paliativos, intervención en crisis, psicología positiva y coaching existencial. Estudios en psicología de la salud han confirmado que la percepción de sentido en la vida se asocia con menor depresión, mayor resiliencia y mejor bienestar subjetivo.
La psicología existencialista de Viktor Frankl nos recuerda que, aunque no podemos elegir lo que nos sucede, siempre podemos elegir cómo responder y, en esa elección, se juega nuestra libertad más profunda y nuestra capacidad de vivir con sentido.



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