En algún momento probablemente te ha pasado: abres tu celular/móvil solo para revisar algo rápido… y terminas pasando 40 minutos leyendo malas noticias, tragedias o conflictos sin fin. Eso tiene un nombre: doomscrolling.
Uno de los temas más relevantes en psicología actual, el llamado doomscrolling o «scrolling catastrófico»: ese comportamiento compulsivo de seguir deslizando el dedo por noticias negativas en redes sociales y medios digitales, incluso sabiendo que nos hace sentir peor.
El término se popularizó durante la pandemia de COVID-19, cuando la incertidumbre global llevó a muchas personas a estar pegadas a sus pantallas buscando respuestas.
Pero lo que empieza como una necesidad de estar informado, puede convertirse en una fuente constante de ansiedad, insomnio y malestar emocional.
¿Por qué lo hacemos?
Nuestro cerebro evolucionó para detectar amenazas como mecanismo de supervivencia. Cuando vemos contenido alarmante, se activa la amígdala y libera cortisol, manteniéndonos en alerta. Paradójicamente, esto crea un ciclo: mientras más ansiosos estamos, más buscamos información para «sentirnos preparados», pero terminamos más abrumados.
¿Por qué es tan adictivo?
El doomscrolling aprovecha una combinación peligrosa de:
- Sesgo de negatividad: nuestro cerebro presta más atención a lo negativo como mecanismo de supervivencia.
- Diseño de redes sociales: están hechas para que no pares de hacer scroll, con algoritmos que priorizan contenido emocionalmente cargado.
- Búsqueda de control: en tiempos de incertidumbre, leemos más noticias intentando sentir que tenemos el control… pero conseguimos lo contrario.
El impacto actual.
Con las crisis globales constantes, conflictos internacionales, cambio climático y polarización política, estamos expuestos a un flujo interminable de noticias perturbadoras. Los algoritmos de redes sociales, además, priorizan contenido que genera reacciones emocionales fuertes, amplificando este efecto.
Las consecuencias observadas son un aumento de los trastornos de ansiedad y depresión, especialmente en jóvenes, alteraciones del sueño (muchos hacen doomscrolling antes de dormir),fatiga por compasión y desensibilización, sensación de impotencia y desesperanza.
¿Qué podemos hacer?
Los psicólogos recomiendan la «higiene digital»: establecer límites de tiempo en redes, elegir momentos específicos para informarse, balancear con contenido positivo, y recordar que estar constantemente informado no equivale a estar más preparado o seguro.
Otra buena idea es seguir fuentes confiables y variadas: muchas veces doomscrolling significa leer las mismas malas noticias una y otra vez. Curar tu feed con medios responsables y evitar cuentas sensacionalistas puede ayudarte a ver una visión más equilibrada del mundo.
La información es poder, pero solo si la usamos de forma consciente. El doomscrolling no solo te quita tiempo, también te roba paz mental. Aprender a poner límites digitales es un acto de autocuidado en un mundo hiperconectado.
Es un recordatorio de que nuestra biología ancestral aún no se ha adaptado completamente a la era de la información instantánea.



Deja un comentario