Las vacaciones escolares representan un periodo de descanso para los niños, pero para muchas parejas, especialmente aquellas en proceso de separación o divorcio, pueden convertirse en una fuente significativa de tensión, conflicto y malestar emocional. La gestión de las vacaciones de los hijos no solo implica coordinar logística (transporte, alojamiento, actividades), sino también navegar dinámicas emocionales complejas, expectativas no expresadas y sistemas de creencias sobre la paternidad y la familia.

Desde la psicología clínica especializada en pareja, entender cómo se manejan estos periodos críticos es clave para prevenir el deterioro relacional, promover la co-paternidad saludable y proteger el bienestar emocional de los menores. En este artículo, exploramos los errores comunes, las necesidades emocionales subyacentes y las estrategias basadas en evidencia para gestionar las vacaciones de los hijos con armonía y resiliencia.


¿Por qué las vacaciones generan conflicto en las parejas?

1. Ruptura de la rutina y aumento de la incertidumbre

Durante el curso escolar, las rutinas están claramente definidas: horarios, responsabilidades, turnos de cuidado. Las vacaciones introducen un vacío estructural. Esta pérdida de predictibilidad activa en muchos adultos respuestas de ansiedad, especialmente si ya existen tensiones no resueltas en la relación.

2. Expectativas idealizadas

Ambos progenitores suelen tener expectativas implícitas sobre cómo “deberían” ser las vacaciones: tiempo de calidad, recuerdos felices, desconexión. Cuando esas expectativas chocan con la realidad (por ejemplo, si uno de los padres viaja con los hijos y el otro se queda solo), surge frustración, resentimiento o sentimientos de exclusión.

3. Conflictos en la co-paternidad

En contextos de separación, la gestión de las vacaciones suele ser un punto crítico en los acuerdos de custodia. A menudo, los padres compiten por “quién tiene más tiempo” o “quién organiza las mejores actividades”, convirtiendo la crianza en una competencia en lugar de una colaboración.


Errores comunes en la gestión de las vacaciones de los hijos

1. Utilizar a los hijos como mensajeros

Es habitual que, en ausencia de comunicación directa entre los progenitores, se le pida al niño que transmita mensajes: “Dile a tu madre que no podemos cambiar la fecha” o “Pregúntale a tu padre si te deja llevar la consola”. Esto coloca al menor en una posición de triangulación emocional, generando ansiedad, lealtades divididas y culpa.

Consecuencia: Aumento del riesgo de trastornos de ansiedad o depresión en la infancia (Kelly & Johnston, 2003).

2. Programar actividades sin consenso

Un progenitor organiza un viaje internacional durante el tiempo que legal o acordadamente corresponde al otro, o impone actividades que el otro considera inadecuadas (por edad, valores o seguridad). Esto rompe la confianza y alimenta la percepción de que el otro “no respeta mis derechos como padre/madre”.

3. Sobrecompensar emocionalmente

Algunos padres, especialmente si tienen menos tiempo de custodia, caen en la trampa de sobrecompensar durante sus días: regalos constantes, falta de límites, permisividad extrema. Esto no solo desequilibra la disciplina, sino que envía al niño un mensaje inconsciente: “Cuando estés conmigo, todo es maravilloso; cuando estés con tu otro progenitor, no lo es tanto”.

4. Evitar la planificación conjunta

Postergar la conversación sobre las vacaciones hasta el último momento genera estrés, decisiones apresuradas y mayor probabilidad de malentendidos. La falta de anticipación es uno de los mayores generadores de conflicto pre-vacacional.


Principios psicológicos para una gestión saludable

1. Comunicación directa y asertiva

Los progenitores deben hablar entre sí, no a través de los hijos. Idealmente, usar canales neutros (email, aplicaciones de co-parenting como OurFamilyWizard o Coparently) para registrar acuerdos. La comunicación debe ser clara, breve y centrada en el bienestar del menor, no en reproches del pasado.

2. Flexibilidad con límites claros

Ser flexible no significa ceder siempre, sino negociar con empatía. Por ejemplo: “Entiendo que quieres llevar a los niños a la costa en agosto, pero ese fin de semana ya habíamos acordado que estarían conmigo. ¿Podemos buscar otra semana cercana que les venga bien a todos?”.

3. Priorizar la continuidad emocional del niño

Los menores necesitan previsibilidad emocional tanto como logística. Cambios abruptos de planes, tensiones visibles entre los padres o comentarios negativos sobre el otro progenitor durante las vacaciones pueden desestabilizar su sentido de seguridad.

Según Bowlby (1969), la teoría del apego señala que los niños construyen su modelo interno del mundo a partir de la estabilidad de sus figuras de cuidado. Las vacaciones no deben ser una excepción a esta necesidad.

4. Respetar los acuerdos legales y emocionales

Incluso si no hay un régimen de custodia judicial, es saludable establecer un documento informal de acuerdos vacacionales: fechas, responsabilidades, reglas básicas (uso de tecnología, horarios de sueño, contacto con el otro progenitor). Esto reduce la ambigüedad y fomenta la cooperación.


Recomendaciones prácticas para parejas (juntas o separadas)

  1. Planifiquen con al menos dos meses de antelación. Incluyan a los hijos en la medida en que sea adecuado a su edad, pero sin cargarlos con la toma de decisiones adultas.
  2. Mantengan una rutina básica durante las vacaciones: horarios de comida, sueño y momentos de conexión familiar. La libertad no debe confundirse con caos.
  3. Fomenten el contacto con el otro progenitor durante su tiempo de ausencia, si la relación lo permite. Una llamada breve diaria puede reforzar la seguridad del niño.
  4. Eviten comparaciones: “En casa de papá/mamá no te dejan esto, pero aquí sí”. Estos mensajes minan la autoridad del otro y generan confusión identitaria.
  5. Busquen mediación si hay estancamiento. Un psicólogo especializado en familia o un mediador puede facilitar acuerdos que respeten a todos los involucrados.

El rol de la pareja en la gestión conjunta

Incluso en relaciones intactas, las vacaciones pueden exponer diferencias en estilos parentales. Uno puede ser más estructurado; el otro, más espontáneo. Estos contrastes no son malos, pero requieren negociación y mutuo respeto.

En el contexto de pareja, las vacaciones son una oportunidad para:

  • Fortalecer la alianza parental.
  • Modelar resolución de conflictos saludable delante de los hijos.
  • Crear rituales familiares que se conviertan en referentes emocionales positivos.

Sin embargo, si la relación está en crisis o ya finalizó, el foco debe trasladarse de “la pareja” a la co-paternidad como equipo funcional, aunque emocionalmente distante.


Conclusión

Gestionar las vacaciones de los hijos no es solo una cuestión de organización práctica; es un ejercicio de inteligencia emocional, empatía y compromiso parental. Los errores más dañinos surgen no de la mala intención, sino de la falta de herramientas, comunicación deficiente o heridas no sanadas de la relación de pareja.

Como psicólogos clínicos, sabemos que los niños no necesitan padres perfectos, sino padres que se esfuercen por cooperar en su beneficio. Una gestión consciente de las vacaciones puede convertirse en un pilar de estabilidad emocional durante etapas vitales de desarrollo, y en un ejemplo duradero de cómo resolver diferencias con respeto.


Referencias

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