
¿El matrimonio y el divorcio engordan? Ciencia, hábitos y emociones detrás del cambio de peso.
La idea de que el matrimonio “engorda” y que el divorcio provoca cambios drásticos en el peso corporal está muy extendida en el imaginario social. Frases como “cuando se casó subió de peso” o “tras el divorcio adelgazó” forman parte de conversaciones cotidianas, memes y estereotipos culturales. Sin embargo, más allá del humor popular, esta cuestión ha sido objeto de estudio por parte de la sociología, la psicología y la epidemiología. La pregunta clave no es solo si el matrimonio o el divorcio engordan, sino por qué y en qué condiciones pueden influir en el peso corporal.
El peso no es una variable aislada. Está determinado por una compleja interacción entre factores biológicos, hábitos de vida, emociones, contexto social y etapas vitales. El matrimonio y el divorcio no actúan directamente sobre el metabolismo, pero sí pueden modificar rutinas, niveles de estrés, patrones alimentarios y actividad física, lo que a largo plazo puede reflejarse en cambios de peso.
El matrimonio y el aumento de peso: ¿mito o realidad?
Diversos estudios longitudinales han encontrado una asociación estadística entre el matrimonio y el aumento gradual de peso, especialmente durante los primeros años de convivencia. Investigaciones publicadas en revistas como Journal of Health and Social Behavior y Social Science & Medicine señalan que las personas casadas tienden a ganar más peso que sus pares solteros de la misma edad.
Una de las explicaciones más aceptadas es el llamado “efecto de convergencia de hábitos”. Al convivir, las parejas tienden a sincronizar rutinas: horarios de comida, tipo de alimentos, tamaño de las porciones y frecuencia de actividades sedentarias. Si uno de los miembros tiene hábitos poco saludables, es probable que el otro los adopte progresivamente.
Otro factor clave es la reducción de la presión social por mantener el atractivo físico. En contextos culturales donde el peso está ligado a la búsqueda de pareja, algunas personas tienden a cuidar más su imagen corporal mientras están solteras. Una vez establecida una relación estable, esa motivación externa puede disminuir, dando lugar a una menor vigilancia del peso.
Alimentación en pareja: más comida, más rituales.
El matrimonio suele traer consigo cambios en la forma de comer. Las comidas compartidas se convierten en espacios de conexión emocional, celebración y descanso, pero también pueden implicar un mayor consumo calórico. Cocinar platos más elaborados, comer postres con mayor frecuencia o normalizar cenas abundantes son prácticas comunes en la vida en pareja.
Además, la comida suele cumplir una función emocional dentro del vínculo. Compartir alimentos es una forma de cuidado y afecto, lo que puede reforzar patrones de alimentación emocional, especialmente en momentos de estrés laboral o familiar. A largo plazo, estas dinámicas pueden favorecer un aumento gradual de peso si no se equilibran con actividad física y elecciones conscientes.
Actividad física y vida conyugal.
Otro elemento importante es el cambio en los niveles de actividad física. Al inicio de una relación, las parejas suelen salir más, caminar, viajar y mantenerse activas. Sin embargo, con el paso del tiempo y el aumento de responsabilidades —trabajo, hijos, tareas domésticas—, el tiempo dedicado al ejercicio puede disminuir.
Estudios en salud pública han mostrado que las personas casadas tienden a practicar menos actividad física vigorosa que las solteras, especialmente después de la llegada de hijos. Este descenso en el gasto energético, combinado con un mayor consumo calórico, crea un escenario propicio para el aumento de peso.
El divorcio y el peso corporal: cambios en ambas direcciones.
A diferencia del matrimonio, el divorcio no tiene un efecto uniforme sobre el peso. Algunas personas adelgazan significativamente tras una separación, mientras que otras aumentan de peso. La clave está en el impacto emocional y en los cambios abruptos de estilo de vida que suelen acompañar al divorcio.
En muchos casos, el divorcio se asocia con niveles elevados de estrés, ansiedad y tristeza. Estas emociones pueden influir en la conducta alimentaria de dos formas opuestas: disminuyendo el apetito o fomentando la ingesta compulsiva. Por ello, no es raro observar fluctuaciones de peso importantes durante este periodo.
Estrés, emociones y regulación del peso.
Desde el punto de vista fisiológico, el estrés crónico activa el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y aumenta la liberación de cortisol, una hormona relacionada con la acumulación de grasa abdominal. El divorcio, especialmente cuando es conflictivo, puede convertirse en una fuente prolongada de estrés, afectando tanto al metabolismo como a los hábitos de sueño y alimentación.
Por otro lado, algunas personas experimentan el divorcio como una oportunidad de cambio personal. En estos casos, el descenso de peso puede estar vinculado a una mayor motivación por cuidarse, retomar actividades físicas y reconstruir la identidad personal. No obstante, cuando el adelgazamiento es rápido y extremo, también puede ser una señal de malestar emocional no resuelto.
Diferencias entre hombres y mujeres.
La evidencia científica sugiere que los efectos del matrimonio y el divorcio sobre el peso no son idénticos en hombres y mujeres. Los hombres tienden a ganar más peso tras el matrimonio, posiblemente porque se benefician de una alimentación más regular y calórica cuando conviven con una pareja. En cambio, las mujeres suelen asumir una mayor carga de trabajo doméstico, lo que puede contrarrestar parcialmente el aumento de peso, aunque no lo elimina.
Tras el divorcio, los hombres presentan con mayor frecuencia pérdida de peso asociada a desorganización alimentaria, mientras que las mujeres muestran respuestas más variables, influenciadas por factores emocionales, económicos y sociales.
El papel de la edad y el ciclo vital.
Es importante destacar que muchos matrimonios y divorcios ocurren en etapas de la vida en las que el metabolismo ya tiende a ralentizarse. El aumento de peso que se atribuye al matrimonio puede estar parcialmente relacionado con el envejecimiento natural, la disminución de masa muscular y cambios hormonales.
Del mismo modo, un divorcio en la mediana edad puede coincidir con transiciones vitales importantes, como cambios laborales o el “nido vacío”, lo que complica aún más la relación entre estado civil y peso corporal.
¿Engordan el matrimonio y el divorcio por sí mismos?
Desde una perspectiva científica, ni el matrimonio ni el divorcio engordan por sí mismos. Lo que realmente influye en el peso son los cambios en hábitos, emociones y rutinas que suelen acompañar a estas transiciones. El estado civil actúa como un marco social que puede facilitar o dificultar estilos de vida saludables.
Las parejas que mantienen hábitos activos, una alimentación equilibrada y una buena comunicación emocional no necesariamente aumentan de peso tras casarse. Del mismo modo, las personas que atraviesan un divorcio con apoyo social y estrategias de autocuidado pueden mantener un peso estable.
Cómo cuidar el peso en transiciones afectivas
Más que centrarse en el número de la balanza, los expertos recomiendan prestar atención al bienestar integral durante cambios importantes en la vida afectiva. Mantener rutinas de sueño, practicar actividad física regular y desarrollar habilidades de regulación emocional son estrategias clave para prevenir cambios de peso no deseados.
También resulta fundamental diferenciar entre hambre física y hambre emocional, así como buscar apoyo profesional cuando el estrés o la tristeza afectan de forma significativa a la conducta alimentaria.
Conclusión.
El matrimonio y el divorcio no son causas directas del aumento o la pérdida de peso, pero sí pueden influir de manera indirecta a través de los hábitos, las emociones y el contexto social. Comprender esta relación desde una perspectiva amplia permite desmontar estereotipos y enfocarse en lo realmente importante: el cuidado de la salud física y emocional a lo largo de las distintas etapas de la vida.
Más que preguntarnos si una relación “engorda” o una separación “adelgaza”, quizá la cuestión central sea cómo atravesamos estos cambios y qué recursos utilizamos para mantener un equilibrio saludable.
Referencias académicas orientativas
- Umberson, D., Liu, H., & Powers, D. (2009). Marital status, marital transitions, and body weight. Journal of Health and Social Behavior.
- Teachman, J. (2016). Body weight, marital status, and changes in marital status. Journal of Family Issues.
- Sobal, J., Rauschenbach, B., & Frongillo, E. (2003). Marital status changes and body weight changes. Social Science & Medicine.
- Kiecolt-Glaser, J. K., & Newton, T. L. (2001). Marriage and health. Psychological Bulletin.



Deja un comentario