Todas las respuestas que damos a las cosas que percibimos o sentimos tienen un por qué y todas son las «mejores» desde el punto de vista evolutivo, es decir, si las tenemos es porque es la mejor forma de solucionar un problema (en algún momento sentíamos miedo cuando éramos cazadores, ansiedad cuando éramos agricultores, …hasta llegar a la actualidad). Lo que ocurre es que esa preparación para lo peor o para situaciones difíciles o amenazantes, cuando no controlamos nuestras propias respuestas, puede tener efectos negativos hasta poder padecer un determinado trastorno mental. Si se mantiene demasiado tiempo la respuesta a los estímulos estresores o no sabemos manejarlos, puede comenzar un proceso patológico que afecte al rendimiento y a nuestra salud, tanto física como mental.
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