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Las terapias de tercera generación se basan en el paradigma contextual, que sostiene que los comportamientos humanos están en constante interacción con el ambiente y que estos comportamientos pueden ser entendidos solo en su contexto. Este enfoque contextual enfatiza la importancia de la aceptación de las experiencias personales, incluyendo las emociones y pensamientos, y la necesidad de activación hacia los valores personales y la acción efectiva.
Los principios básicos de aceptación y activación son fundamentales en las terapias de tercera generación. La aceptación implica aceptar y permitir los pensamientos y emociones sin tratar de cambiarlos o eliminarlos. Supone no perseguir permanentemente el bienestar mediante la evitación de las experiencias negativas La activación se enfoca en la acción efectiva hacia los valores personales y objetivos, en los logros personales una vez que quedan claros los valores del individuo, en lugar de centrarse en la eliminación de los síntomas, como hace el paradigma cognitivo-conductual tradicional.
No se persigue, como hasta ahora la eliminación, el cambio o alteración de los pensamientos o emociones que nos duelen, de intentar controlarlos, sino en cambiar los contextos verbales en los que aquellos resultan problemáticos para el individuo.
El contextualismo funcional, otro de los fundamentos teóricos de las terapias de tercera generación, sostiene que el comportamiento humano está en constante interacción con el ambiente, y que este contexto influye en la función y significado de los comportamientos. Por lo tanto, se enfatiza la importancia de entender el contexto y la función del comportamiento problemático, para poder abordar la causa subyacente y desarrollar habilidades efectivas para enfrentarlos.
Las terapias de tercera generación utilizan técnicas específicas, como la terapia cognitivo-conductual basada en la atención plena (MBCT), la terapia de aceptación y compromiso (ACT) y la terapia dialéctica conductual (DBT), para ayudar a las personas a desarrollar habilidades efectivas para enfrentar los desafíos emocionales y psicológicos. Estas terapias ofrecen un enfoque innovador y efectivo para el tratamiento de una amplia variedad de problemas de salud mental.
Según el contextualismo funcional, los pensamientos son una forma de comportamiento que está en constante interacción con el ambiente y, por lo tanto, están influenciados por el contexto en el que ocurren. El contexto en el que se producen los pensamientos, incluyendo las emociones, el ambiente y la situación en la que se encuentran las personas, influye en la función y significado de los pensamientos.
Por lo tanto, el contextualismo funcional sostiene que no es suficiente tratar los pensamientos de manera aislada, sino que es necesario entender el contexto en el que se producen y la función que cumplen. En este sentido, se enfatiza en el desarrollo de habilidades de aceptación y activación hacia los pensamientos, lo que implica aceptar y permitir los pensamientos sin tratar de cambiarlos o eliminarlos, mientras se fomenta la acción efectiva hacia los valores y objetivos personales.
Steven Hayes, el creador de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), ha desarrollado una serie de ejercicios que ayudan a las personas a abrazar la incomodidad y aceptar sus emociones y pensamientos. A continuación, se describen tres de ellos:
Estos ejercicios ayudan a las personas a aceptar y permitir las experiencias difíciles, en lugar de tratar de controlarlas o eliminarlas, lo que les permite desarrollar habilidades efectivas para enfrentar los desafíos emocionales y psicológicos.
La ACT también usa metáforas. Una que se utiliza comúnmente en las terapias psicológicas de tercera generación para explicar la aceptación de la incomodidad emocional es la del «barco en el mar». La idea es imaginar que somos el capitán de un barco que navega en el mar. En este caso, el mar representa nuestras emociones y pensamientos, y el barco representa a nosotros mismos y nuestra capacidad para navegar en el mar.
A veces el mar está tranquilo, y otras veces hay tormentas que generan olas grandes y fuertes. Cuando hay tormentas, la tendencia natural es querer luchar contra las olas para tratar de controlar la situación, pero esto puede generar más estrés y ansiedad. En cambio, la metáfora sugiere que el capitán debe aceptar las olas y permitir que el barco se mueva con ellas, confiando en su habilidad para navegar.
De la misma manera, en lugar de luchar contra las emociones difíciles, la metáfora sugiere que debemos aceptarlas y permitir que fluyan, confiando en nuestra capacidad para enfrentarlas y navegar a través de ellas. La idea es que, al aceptar las emociones difíciles y permitir que fluyan, podemos reducir nuestra lucha interna y aumentar nuestra capacidad para enfrentar situaciones difíciles con más eficacia.
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