Aunque sea indirectamente, todos buscamos de una u otra forma la felicidad, el bienestar personal, o un grado de satisfacción óptimo en la vida. Conseguir metas, superar retos, sobrevivir al día a día, ayudar a los demás, o dejarse llevar por los placeres de la buena vida, todo se resume en alcanzar la felicidad.
Para ello, hay cosas que ayudan, y cosas que aunque lo parezcan, no lo hacen tanto.
El dinero.
Ya lo dice el proverbio, «el dinero no da la felicidad». Aparte de la pobreza extrema, que produce insatisfacción, a partir de un nivel económico en el que se tienen las necesidades básicas, tener más dinero no aumenta la felicidad de forma notoria (según un estudio de la revista Forbes sobre las cien personas más ricas, que tienen un patrimonio superior a 125 millones de dólares, sólo son ligeramente más felices que el norteamericano medio). Habría que plantearse si vale la pena ganar un poco más de dinero y renunciar a estar con los hijos o los amigos, para subir nuestro nivel de bienestar sólo un poco.
Influye más la importancia que se le da al dinero en la felicidad de las personas, más que el dinero en sí. Cuando se le da importancia excesiva, es contraproducente, los que valoran más el dinero que otros objetivos, están menos satisfechos con sus ingresos y con su vida en general.
El matrimonio.
Según las encuestas, los casados son más felices (el 40% afirman que son «muy felices», frente a sólo un 24% de los solteros, divorciados o viudos). La ventaja se mantiene independientemente de si son hombres o mujeres, y del nivel de ingresos. Pero, no basta con estar casado, las personas que no son satisfechos con su matrimonio tienen un nivel más bajo de felicidad o bienestar que los solteros o divorciados.
Vida social.
Las personas más felices tienen una vida social más rica y satisfactoria y pasan menos tiempo solas.
Emociones negativas.
¿Es necesario reducir las emociones negativas para tener más positivas? En contra de lo que se piensa, el hecho de sufrir desgracias no implica que no se puedan tener alegrías también. Las mujeres tienen más depresión que los hombres pero también experimentan más emotividad positiva.
Edad.
Aunque un estudio de hace varias décadas de Wilson llegó a la conclusión de que los jóvenes eran más felices, actualmente se piensa que lo que cambia con la edad es la intensidad de las emociones, las positivas y las negativas. La satisfacción con la vida aumenta ligeramente con la edad, la afectividad agradable se reduce un poco y la afectividad negativa no cambia.
Salud.
La salud no es imprescindible para tener felicidad. Lo importante es la percepción subjetiva de la salud, valorarla de forma positiva. Sólo cuando la enfermedad es grave y duradera, el nivel de felicidad baja, pero no tanto como se podría prever.
Nivel de estudios, clima, raza y género.
Tampoco inciden en la felicidad. Un mayor nivel de estudios hace que se obtengan mayores ingresos, pero influye de manera leve. Nos adaptamos al clima completamente, ser de una determinada raza no está relacionado con la felicidad de forma sistemática, y entre hombre y mujeres, estas son más infelices pero también sienten más emociones positivas.
Religión.
Las religiones infunden esperanza en el futuro y otorgan sentido a la vida, por lo que inciden positivamente en la felicidad.
Foto: Dasha
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