En 1961 Stanley Milgram, profesor de la Universidad de Yale, realizó una serie de experimentos para determinar el nivel de obediencia a otra persona cuando esta obediencia entra en conflicto con sus valores morales y humanos. Los experimentos se iniciaron tres meses después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Milgram quería responder a la cuestión de si Eichmann y sus complices, un millón de personas, hubieran actuado sólo siguiendo órdenes. Los inesperados resultados dejaron atónitos a todos. Milgram publicó en 1974 Obedience to Authority: an experimental view, donde expuso con detalle la realización del experimento y sus espeluznantes resultados.
El primer experimento de la serie transcurrió en la Universidad de Yale. Con el fin de reclutar individuos, se puso un anuncio pidiendo personas de cualquier tipo a la que se le ofrecería una cantidad de dinero a cambio de participar en un experimento. Al aviso acudieron personas de distintos niveles, una vez en el lugar, entraban individualmente, no en grupo, eran saludadas por el jefe del proyecto, que les presentada a otra persona, un actor cómplice en el experimento, que fingiría ser un participante más, y con el que realizaría la prueba. Acto seguido les comunicaban que el experimento se basaría en estudiar el aprendizaje bajo castigo y presión indicándoles que uno tomaría el rol de maestro y el otro el de alumno. La prueba estaba arreglada para que al actor siempre le tocara el puesto de alumno y al participante el de maestro. A causa de esto la persona creía que era en el alumno en el que se realizaba el experimento. Después de repartir los roles fueron separados en dos habitaciones, donde podían oirse pero no verse. Tras esto, al maestro se le daba un shock de 45 voltios indicándosele que esa sería la graduación más baja que el alumno recibiría, y que con cada respuesta errada el voltaje iría aumentando. Al iniciar el test, las respuestas estaban estratégicamente ubicadas para que el voltaje se incrementara gradualmente. En la etapa final el alumno no sólo gemiría y golpearía las paredes del dolor, sino que además comunicaría sus problemas cardíacos.
Milgram había pedido a otros especialistas un estudio sobre las reacciones de los individios, estableciéndose por media que sólo un 1,2% de los estudiados presentaría una conducta lo suficientemente sádica como para llegar al final del test. Sin embargo, la realidad fue mucho más espeluznante: de las personas en las que se realizó el experimento, un 60%, a pesar del llanto y los pedidos de clemencia de la víctima, llegaron a aplicar el shock final de 450 voltios. Curiosamente, las gran mayoría de los que llegaron al final lo hicieron bajo una inmensa presión y un gran dolor interno, muchos presionaban el boton temblando y algunos otros incluso lloraban mientras hacían las preguntas. Sin embargo, muy pocos se negaron a no obedecer. El experimento fue variando y repetido decenas de veces a lo largo de los años. En todos los casos el resultado fue muy similar.
«La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio» Stanley Milgram. Los peligros de la obediencia. 1974.
«La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio» Stanley Milgram. Los peligros de la obediencia. 1974.
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